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La sarcopenia es una condición que implica una pérdida progresiva de masa, fuerza y función muscular1. Inicialmente descrita por Rosenberg en 1989 como “pérdida involuntaria de masa y fuerza muscular asociada a la edad”2, en 2010 el Grupo Europeo EWGSOP la definió formalmente como “un síndrome caracterizado por una progresiva y generalizada pérdida de masa y fuerza muscular esquelética con riesgo de resultados negativos como discapacidad física, peor calidad de vida y muerte”3. Este enfoque la considera una enfermedad muscular del envejecimiento1. En España el envejecimiento poblacional es notable – cerca del 20,1% de la población supera los 65 años4 lo que aumenta la relevancia clínica de la sarcopenia.

Los estudios epidemiológicos muestran que la prevalencia de sarcopenia es elevada entre los mayores: se estima entre un 9% y 18% en personas >64 años, y puede superar el 50% en octogenarios5. Esto se debe a múltiples factores de riesgo: la edad avanzada es el principal, pero también intervienen el sedentarismo, la nutrición inadecuada, la presencia de enfermedades crónicas y factores genéticos/metabólicos6. La sarcopenia se asocia a consecuencias adversas graves –mayor fragilidad, caídas frecuentes, dependencia funcional y mayor mortalidad– así como a un incremento del gasto sanitario asociado a discapacidad1,2.

Las sociedades científicas recomiendan un algoritmo diagnóstico integrado: primero cribado con cuestionarios (por ejemplo, el SARC-F), luego valoración de fuerza muscular y confirmación con medida de masa muscular7. En la práctica clínica se suelen emplear dinamometría (fuerza de prensión) y pruebas de rendimiento físico. Sin embargo, no existe consenso universal sobre los puntos de corte ni la uniformidad de criterios diagnósticos, lo que dificulta la identificación rutinaria del síndrome.

El tratamiento de la sarcopenia es fundamentalmente no farmacológico. Los principales pilares terapéuticos son el ejercicio físico de resistencia (entrenamiento de fuerza) para incrementar la masa y fuerza muscular, así como una nutrición adecuada, especialmente asegurar un aporte proteico diario óptimo que sustente la síntesis muscular2. Estas medidas combinadas han demostrado efectos positivos en estudios para frenar la pérdida muscular y mejorar la función en ancianos.

Referencias
  1. Gulnanik JM, et al. Limited physician knowledge of sarcopenia: A survey. J Am Geriatr Soc. 2023;71:1595– 1602.
  2. Monteserin R, Roberts HC, Sayer AA. Papel de los profesionales de la atención primaria en el manejo de la sarcopenia. Aten Primaria. 2014;46(9):455-6.
  3. Cruz-Jentoft AJ, Baeyens JP, Bauer JM, Boirie Y, Cederholm T, Landi F, et al. Sarcopenia: European consensus on definition and diagnosis: Report of the European Working Group on Sarcopenia in Older People. Age Ageing. 2010;39:412-23.
  4. Instituto Nacional de Estadística. Censo anual de población.
  5. Morley JE. Sarcopenia in the elderly. Family Practice, 29 (2012), pp. i44-i48.
  6. Sayer AA, Syddall HE, Gilbody HJ, Dennison EM, Cooper C. Does sarcopenia originate in early life? Findings from the Hertfordshire cohort study. J Gerontol A Biol Sci Med Sci.2004;59:M930-M4.
  7. Sánchez Tocino ML, Gigarrán S, Ureña P, González Casaus ML, Mas-Fontao S, Gracia Iauacel C, Ortíz A, González Parra E. Definición y evolución del concepto de sarcopenia. Nefrologia. 2024;44(3):323-30.

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